Mi madre estaba en un dilema, y yo era un espectador, sin la capacidad de emitir un solo sonido para decirle que estoy igual de vivo que ella, que la quiero ver cumplir sus sueños.
Una mujer valiente y llena de sueños, se enfrentaba a dos mundos: el mundo
que deseaba para mí, lleno de amor, oportunidades y felicidad, y el mundo de sus
miedos y limitaciones. Su voz y sus palabras se llenaron de desesperación cuando decía:
"¿Cómo puedo traerte aquí cuando no sé si podré cuidarte o si arruinarás mi vida?".
Se debatía en un torbellino de opiniones a su alrededor y buscaban un sinfín de excusas. Voces llenas de prejuicios la presionaban, tratando de convencerla de que acabar con mi vida era única solución. Le prometían un escape rápido y sencillo de sus preocupaciones; un retorno a la normalidad, una cura para su dolor. Pero, ¿cómo curar un corazón matando a otro?.
Sus lágrimas se convertían en un río de desesperación y tristeza. Pero lo que nadie podía percibir ni escuchar, era que yo estaba luchando a mi manera. Trataba de envolverla con un abrazo desde adentro, aunque sabía que era invisible para ella, trataba de susurrarle
que no estábamos solas en este viaje incierto, que juntas podríamos superar cualquier
desafío. Cada latido de mi corazón era un recordatorio de mi presencia, un testimonio
de que había vida dentro de mí, una vida llena de potencial y amor, mi corazón latía por la misión que Dios había puesto en esta tierra.
Por cada lágrima que derramaba, yo sabía que pronto vendría la felicidad. Yo iba a
llegar al mundo para mejorar su vida, acompañarla en cada día y ayudarla a madurar
en un amor puro y trascendente que solo una madre y su hijo pueden tener.
¿Qué está pasando con las personas en este mundo al que voy a llegar?
¿Acaso no creen que todo es posible?
No podía evitar preguntarme por qué, en este escenario, mi vida era considerada
dispensable, una elección; en lugar de un derecho, bendición o incluso un milagro.
¿Por qué para algunos, la vida era un regalo que merecía ser protegido a toda costa, mientras que para otros, como yo, era un mero capricho de circunstancias? ¿Por qué mi madre y yo no éramos dignas de esa misma protección? ¿Será por mi tamaño, o porque todavía no tengo voz para expresar lo que siento?.
Pasaron varios meses y finalmente llegó el día crucial que cambió el curso de nuestro
destino para siempre. Las sombras de la desesperación dieron paso a un rayo de
esperanza y sus preocupaciones se desvanecieron poco a poco. De repente, el ritmo de su corazón comenzó a calmarse y sus pensamientos se llenaron de claridad al darse cuenta de que existía otra opción. Una opción que nunca antes había visto.
Mi madre descubrió un refugio acogedor llamado "Mater Filius". En ese lugar, se
comprometieron a ayudarla y acompañarla durante su embarazo. Además, le ofrecieron
todas las herramientas necesarias para enfrentar el mundo que nos esperaba. Al
conocer más sobre mí, se dio cuenta de la importancia de la vida que llevaba dentro de
ella. Comprendió que yo no le pertenecía a su propio cuerpo, ya que solo necesitaba
de ese espacio para continuar con mi desarrollo. También aprendió que no le
correspondía la decisión de acabar con una vida que no era suya.
A pesar de estar dividida, con el corazón lleno de valentía, mi madre se acercó a este
lugar del que nunca habría pensado que existía. Dudaba si lo que le ofrecían era real o
una estafa total. Pero al llegar y pedir ayuda, las mujeres encargadas de la casa se
acercaron y le dijeron con ternura: "No te preocupes, aquí te enseñaremos a salir
adelante con tu bendición”. “La vida que llevas dentro te cambiará para bien, y cuentas
con nuestro apoyo en cada paso del camino. Aquí aprenderás a desarrollarte como
mujer, a conseguir oportunidades y a crecer junto a tu bebé. No tengas miedo".
Aquí, mi madre no solo encontró un lugar donde alojarse, cuidados médicos, ayuda
psicológica y alimentación, sino también talleres para desarrollarse como mujer. Le
enseñaron cómo conseguir oportunidades y a crecer junto conmigo.
Le enseñaron el valor real de su vida y de la mía. Las acciones y palabras de "Mater Filius" que buscaban ayudarnos nos brindaron una paz, calma y amor que nunca habíamos experimentado antes en nuestras vidas. Este lugar, que antes era un lugar frío y hostil, ahora se sentía cálido y acogedor gracias a la calma de mi madre. Segura y apoyada por de mujeres en su misma situación. Poder compartir su experiencia y preocupaciones con ellas la hicieron sentir comprendida y cuidada. Y así, de las lágrimas que antes eran de tristeza, surgieron lágrimas de esperanza y alivio.
Además de brindarnos un refugio seguro, "Mater Filius" nos ofreció herramientas para
enfrentar nuestros desafíos de todos los días. Prometieron un cálido hogar y no sólo
eso, con el tiempo pudimos recibir asesoramiento legal y psicológico, lo cual nos ayudó
a comprender mejor nuestras situaciones y a tomar decisiones informadas. La mente
de mi madre estaba más tranquila y su corazón se sanaba poco a poco. También nos
ofrecieron oportunidades de capacitación y empleo para que pudiéramos ganar
independencia económica y mejorar nuestras vidas. Gracias a estas oportunidades, mi
madre pudo comenzar a obtener un trabajo estable y comenzar a ahorrar para nuestro
futuro.
Con determinación, mi madre tomó la decisión de abrazar por completo mi vida, lo cual
fue un acto de amor y valentía. Esta decisión desafió las voces que habían intentado
convencerla de lo contrario. Aunque la lucha aún no había terminado, estábamos
ansiosas por explorar nuevas oportunidades, conocer nuevas personas y crear
hermosos recuerdos juntas.
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